La primera vez que oí hablar de Las Burras de Güímar pensé que se trataba de una tradición antiquísima pero en realidad es bastante reciente. Se empezó a representar en 1993, año en el que se recuperó para el Carnaval el Entierro de la Sardina. Gracias a la iniciativa del artista güimarero Javier Eloy Campos el acto se inspiró en las leyendas de brujería que formaban parte de la tradición oral de la zona.
El Menceyato de Güímar fue una zona muy rica en bailaderos. Uno de los más conocidos es el de los altos del Escobonal. Los bailaderos eran lugares donde los aborígenes se reunían y que tras las conquista castellana fueron vinculados a las brujas por la Iglesia Católica para desacreditar a las sacerdotisas guanches. Aquellas supercherías sobre actos terribles calaron en la población y su eco ha llegado hasta nuestros días mezclándose con mitos y leyendas. Una de esas leyendas decía que las brujas se convertían en burras para pasar desapercibidas entre los vecinos y así poder hechizarles para robarles sus cosechas y propiedades.
Con este material, los jóvenes de Güímar bajo la Asociación Cultural de Las Burras de Güímar han plasmado en un espectáculo mágico todos aquellos terrores. Ellos mismos se encargan de actuar y de la confección de los vistosos disfraces y máscaras en los que prima el reciclaje.